martes, 21 de agosto de 2012

La educación prohibida

La educación prohibida

“Las escuelas son cárceles”. “Son un adiestramiento canino”, afirma un grupo de investigadores. “El niño es una rata de socialización dentro del laboratorio más grande de la historia”, complementa el narrador.

Son voces de La educación prohibida, un documental argentino que, en tres días desde su estreno, ha estremecido a miles de usuarios de internet. Las cifras hablan solas: más de 50.000 personas han descargado el video de forma gratuita y otras 486.000 lo han reproducido desde el lunes 13 de agosto. Además se están haciendo cientos de proyecciones independientes en varias ciudades latinoamericanas y europeas, y su tema se ha convertido en uno de los más recurrentes en redes sociales.


“Lo que queremos es empezar a transformar la educación”, asegura Germán Doin, director de la cinta, en entrevista con El Espectador. “Es que la educación no está pensada desde el aprendizaje, desde el desarrollo, sino que está pensada desde un objetivo y un producto. Parece una gran fábrica para producir determinado tipo de personas”.

Inconforme con la educación que había recibido, este argentino de 24 de años, estudiante de cine en Buenos Aires, decidió empezar a cuestionar los métodos de enseñanza infantil. Era agosto de 2009. Con un trípode y una cámara emprendió un viaje por varios países: Colombia, Chile, Ecuador, Perú, Uruguay y España.


Su propósito no era otro que indagar sobre métodos distintos de aprendizaje que pusieran en práctica los elementos que no trabajan las escuelas actuales: “La importancia de la imaginación, la creatividad y el juego dentro de la educación; la inclusión de la democracia en las aulas y la libertad de aprender”, cuenta.


Y, al parecer, encontró varias alternativas, de las que habló con más de noventa especialistas, todos ellos partidarios de la autonomía y la libertad del estudiante, del respeto a la diferencia y el rechazo a un sistema que, según muchos de ellos, “trata de igualar a todos los alumnos, cuando es evidente que tienen distintas competencias y capacidades”.


El resultado fue una producción de un poco más de dos horas en la que, guiados por un narrador, convergen animaciones en 3D, imágenes de archivo que relatan una historia que parece escabrosa, dramatizados que representan una realidad escolar y testimonios de profesores que llevan años intentando oponerse a un sistema educativo heredado de la Prusia de fines del siglo XVIII.


Pero, para Doin, empezar no fue fácil. En el primer año la financiación del proyecto corrió por cuenta suya. Pero con el paso del tiempo se fueron sumando a su causa personas de todo el mundo. Al final, terminó recibiendo el apoyo de 704 coproductores y alrededor de 50.000 euros, con los que logró cubrir el total del presupuesto.


“Pudimos haber comercializado la película de maneras tradicionales y llenar nuestros bolsillos. Pero no sería coherente con nuestro objetivo. Por eso la promocionamos en la red. Sólo queremos hacer lo que nos gusta”, dice Doin desde Argentina. Así mismo impulsa a copiar el material y distribuirlo a tanta gente como sea posible.


Este documental es, además, el más claro ejemplo de las puertas que abre internet a los nuevos realizadores. Los softwares libres fueron fundamentales en la elaboración. Se usaron plataformas gratuitas en todo el proceso: desde la escritura del guión hasta la edición de escenas y la composición de animaciones en tercera dimensión.


Sumado a esto, contó con la ayuda de personalidades como Gastón Pauls (actor de Nueve reinas). Además, tiene a disposición un programa para que el público ayude en la traducción de la película.


“Con todo esto, lo que queremos es romper con una educación que, en Latinoamérica especialmente, ha sido invadida por el neoliberalismo. Nuestras escuelas aún siguen repitiendo relaciones de poder dictatoriales y de autoritarismo. En lugar de formar humanos, quieren formar trabajadores”, afirma Doin.


Justo eso es lo que el equipo de La educación prohibida pretende transformar. Por eso hicieron una travesía por instituciones que promueven otros aprendizajes. El método Montessori o la pedagogía sistémica son algunas de las opciones que hallaron. Conocer plenamente a los niños y respetar su proceso de desarrollo, son algunas de las políticas que guían estas alternativas.


“Pero no basta con preguntarse cómo se financia la educación, sino cómo se educa a partir de la diversidad y la libertad pedagógica. Eso es lo que hay que modificar”, concluye Doin. Tal vez así los alumnos que se asemejan a los sujetos del mito platónico de la caverna puedan conocer la inacabable realidad que se les ha restringido por tanto tiempo.

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